“La vida es lo que te pasa
mientras estás ocupado haciendo otras cosas”
mientras estás ocupado haciendo otras cosas”
John Lennon
¡Con que facilidad la mente revolotea por lugares diferentes de donde esta nuestro cuerpo y que difícil es que se pose en lo que estamos haciendo… en el presente… en el "aquí y ahora"! Tal es esta dificultad que en las enseñanzas del Budismo Zen se señala que la maestría consiste en poder llegar a decir “cuando como, como; cuando trabajo, trabajo; cuando duermo, duermo…”
El aquietar la mente es un aprendizaje igual de valido para toda cultura y en todos los tiempos. Aunque es justo el reconocer que en nuestra civilización cada vez más nos olvidamos de realizar esa tarea; cada vez más disponemos de estímulos que obstruyen el ir conectando con nuestros sentidos a cada instante.
El presente se nos escurre de la consciencia; alcanza unos minutos de viaje en taxi, tren o colectivo para ya estar buscando celulares y/o reproductores de música que nos distraigan de donde estamos y de nosotros mismos… para llevarnos a algún otro lugar…
Como muestra el vídeo que antecede, no es casual que estemos siempre “conectados” con el que no está a nuestro lado.
Creemos que para sentirnos mejor tenemos sí o sí que tener algo que ahora nos falta, entonces el presente resulta ser un mero paso cuyo único propósito es el de llevarnos a algún futuro proveedor de felicidad. Esta creencia es la otra cara de la moneda de un consumismo a ultranza.
La posibilidad de estar plenos con nosotros mismos, con nuestros vínculos y con nuestro entorno, queda postergada hasta tanto dispongamos de lo que ahora carecemos (sea esto el último celular, otro auto, una vivienda mejor, otro trabajo, más tiempo libre, una pareja, un hijo, etc.). Nos movemos en círculos y en ese andar no sólo consumimos objetos que luego nos llevará a consumir otros objetos… también consumimos el presente en aras de un futuro mejor... y así corremos el riesgo de ir consumiéndonos… desconectados.
Es auspiciosa la tecnología que nos permite comunicarnos con quien sea desde donde estemos. Pero si siempre parece ser más interesante o más urgente el comunicarnos con quien esta en otro lugar, desaprovechamos la comunicación con quien tenemos al lado. El mirar buscando siempre en otra parte no es algo que solamente lo hacemos con los otros… también lo hacemos con nosotros mismos.
Estamos deshabituados al silencio que nos conecta con lo que sentimos y que nos permite darnos cuenta de cómo estamos aquí y ahora. Las veces que nos conectamos pero no nos gusta lo que encontramos… nos menospreciamos pensando que nuestra auto-estima mejorará cuando seamos quienes no somos ahora (cuando seamos más seguro, cuando estemos más flacos, cuando tengamos menos arrugas, cuando seamos más simpáticos etc.). Renunciamos a la posibilidad de valorarnos tal cual como somos ahora; ilusamente pensamos que nos vamos a valorar cuando alcancemos aquello que suponemos que nos falta… aunque ese futuro nunca llega porque como todos y todo es perfectible… siempre pensaremos que falta algo. Ya conocemos la metáfora de aquella zanahoria imposible de alcanzar por más que corramos, porque esta atada por delante del carro en el que vamos.
Sí logramos que nuestra mente esté anclada en el “ahora” de nuestro cuerpo y de nuestros sentimientos… viviremos cada instante como una semilla que es valiosa no sólo por la promesa de que algún día llegará a ser árbol, sino también porque ya es valiosa en tanto semilla que esta siendo. La conexión con el presente, con nosotros mismos y con quienes nos estamos comunicando… nos hace más próximos a nuestra esencia y desde allí accionaremos de manera más fluida y creativa. Cuando esto ocurre, hay más posibilidades de que, sin ansiedades, la semilla despliegue el árbol que deseamos...
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