En el departamento de Durazno, en el corazón de Uruguay, familias rurales sufren agudas afecciones de salud tras ser fumigados por agrotóxicos empleados en el cultivo de soja transgénica, mientras desde el Estado no hay respuesta.
El campo uruguayo sufre este verano una seria sequía que hace escasear el agua para cultivos, rodeos ganaderos y hasta consumo humano, empujando al alza el precio de algunos alimentos básicos que -ya se sabe-, también escasearán en el correr de 2011.
No por anunciada, esta falta de lluvias motivó medidas preventivas, en tanto que el país pierde aceleradamente productores familiares al ahondar su inserción en un modelo productivo donde el cultivo de transgénicos, la forestación y la ganadería en base al latifundio siguen siendo insignias nacionales.
Sin embargo, aunque el agua hace falta, en el departamento de Durazno, 200 kilómetros al norte de Montevideo, donde abundan los cultivos de soja transgénica motorizados por inversión extranjera, la lluvia se ha tornado sinónimo de muerte más que de vida.
Hace exactamente un año atrás, en enero de 2010, Jorge Mérola y su esposa, Laura, realizaban las tareas de campo propias de la producción ganadera en su predio ubicado en el paraje Mariscala, sobre la ruta 14 en las cercanías de Villa del Carmen. Días antes, avionetas fumigadoras trabajaron aplicando agrotóxicos sobre los cultivos de soja transgénica que desde hace algunos años, en época estival, rodean el predio de los Mérola.
Llovía y Laura se refrescó la cara con el desagüe del techo. La reacción fue casi inmediata: a la mañana siguiente Laura amaneció con manchas violáceas en su rostro que se le extendieron rápidamente por el resto del cuerpo, desorientando a los médicos que demoraron en obtener un diagnóstico, comentó a Radio Mundo Real Jorge.
Las lluvias, que “lavan” los pesticidas aplicados en los cultivos, hacen que por una cuestión de costos -la fumigación aérea es sumamente costosa-, los agrotóxicos se apliquen en concentraciones más elevadas de lo común y de lo autorizado. Y un año atrás, las lluvias se sucedían día tras día.
A la semana de la intoxicación de Laura, Jorge recibió un aguacero que sin embargo no lo intimidó y siguió recorriendo el campo. Al llegar a “las casas”, comenzó a sufrir una picazón “insoportable” en el cuerpo que, al día siguiente, su médico vinculó sin dudar con los agrotóxicos que los sojeros vecinos venían aplicando en esa época del año.
El uso de agrotóxicos en concentraciones elevadas generaría la condensación de las mismas en las nubes y su caída con las lluvias. “En épocas de lluvias aplican sus productos más concentrados, porque acá no hay quien controle nada y se ahorran así pasadas de avioneta”, comentó Jorge vía telefónica.
La empresa que maneja los campos sojeros en la región es Calyx Agro, de origen argentino, creada en 2007 para la “identificación, adquisición, desarrollo, conversión y venta de tierras en Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay”; realizar “aparcería con operadores agrícolas y grandes operadores agrícolas o propietarios de tierras” y “administración y producción” de “commodities” agrícolas, según su sitio digital.
A un año de los hechos, la salud de Laura no ha logrado recuperarse: se le diagnosticó dermatomiositis, ha perdido un 20% de su capacidad muscular y afronta aplicaciones de quimioterapia. Ha debido trasladarse hacia Villa del Carmen, evitando volver al campo para no repetir la intoxicación. Jorge, en cambio, ha evolucionado favorablemente y a diario viaja a trabajar desde el poblado a su predio.
Además, en el mismo período han aparecido animales muertos, con las mandíbulas y músculos rígidos, por lo que Jorge lo adjudica a idéntica causa.
Vecinos de la zona comentaron asimismo que las avionetas aterrizan en los caminos vecinales, sin previo aviso y que el caso de Laura y Jorge “no es el único”, lo cual fue confirmado por éste último señalando que otros vecinos han sufrido síntomas similares, aunque sin hacerlo público.
“Esto genera mucho dinero, pero las empresas han encontrado ese negocio y contra el dinero es muy difícil, no se puede”, dice Jorge. “El Ministerio no tiene los controles que debería y las empresas emplean productos que están prohibidos en otros países”.
Jorge no obstante no encuentra sentido a denunciar el problema ante instancias estatales. Y explica el motivo: durante esos días lluviosos se denuncia gran mortandad de peces en el río Yí, que fuera “explicada” por la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara) del Ministerio de Ganadería como resultado de la falta de oxígeno en el agua producto de las precipitaciones copiosas. “Ante ese tipo de actitudes, decidí no denunciar nada”, se resigna.
La superficie cultivada con soja transgénica en Uruguay ha aumentado exponencialmente en el último lustro alcanzando en la zafra en curso unas 900 mil hectáreas. El país ocupa el sexto lugar de los exportadores netos de soja del mundo y octavo en la lista de los mayores productores.
Las principales empresas en este rubro son sociedades de inversiones, fondos de inversión y/o fideicomisos de inversión, con fuerte componente transnacional, atraídas de Argentina por la ausencia de detracciones a las exportaciones y el menor precio relativo de la tierra.
Fuente: Redes AT Uruguay
Alimentos Transgenicos
1 comentario:
Realmente llegado a este punto yo les diría a los afectados, señores ojo por ojo, no hay soja que resista el fuego aun y sin soja no hay fumigación, no se si me explico...
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