Existe una manifestación del plano físico a través de la cual percibimos realidades intangibles, intuimos el mundo circundante, nos conectamos telepáticamente y accedemos a la verdadera sabiduría espiritual. Aunque fue negado durante siglos por la ciencia, las antiguas civilizaciones ya conocían la existencia del tercer ojo: nuestro canal indiscutible de percepción extrasensorial.
Aunque es cada vez mas aceptada la existencia del tercer ojo, es común que los científicos lo pongan en duda; de la misma manera se negaba la existencia del aura, antes que la “cámara Kirlian” demostrara su existencia.
El tercer ojo, también conocido en la India como “ojo de Shiva”, es la manifestación de un sentido físico capaz de ejercer la percepción extrasensorial. Está situado en el cráneo a la altura del entrecejo, y la comprobación de su existencia, por cierto, no es una fantasía. Allí donde se halla se ubica la denominada glándula pineal, cuya función biológica aún no está clara para la medicina tradicional occidental.
En la tradición de las culturas antiguas, se consideraba que ésta glándula era el único órgano visual, hasta que comenzó a atrofiarse progresivamente.
Recientemente la ciencia ha comenzado a aceptar que, por ser esta glándula un elemento no demasiado funcional dentro de la perfecta maquinaria del cerebro humano, puede estar relacionada con los planos del funcionamiento espiritual o psíquico de las personas.
Algunas teorías sostienen que el ser humano primitivo ya sabía sobre la ubicación del tercer ojo. Prueba de ello es que los antropólogos han hallado algunos cráneos que datan de la edad de piedra, perforados a la altura exacta de donde se ubica la glándula pineal.
En la antigua tradición cultural egipcia también se manejaba un concepto bastante similar a lo que entendemos hoy por tercer ojo; el “ojo de Horus” era un órgano que solo poseían los sacerdotes y faraones; también se le conocía como “ojo del alma”. Este órgano espiritual era un medio de comunicación entre la divinidad y el faraón, y debían desarrollarlo a través de largas jornadas de meditación e introspección espiritual.
Los lamas tibetanos, desde tiempos inmemoriales sostienen una teoría según la cual, en el cuerpo físico, existe una vía de conexión armonizadora, que alinea las energías cósmicas con las vibraciones psíquicas de las personas.
A mediados de este siglo, un científico norteamericano llamado Aaron Lerner, descubrió que la glándula pineal es fotosensible; esto significa que reacciona, al igual que la retina ocular, al estímulo de la luz. Al parecer, la oscuridad provoca la actividad de la glándula, que reacciona produciendo una hormona llamada Melatonina. Ante la presencia de la luz, la producción de esta hormona merma.
Curiosamente en las antiguas culturas descubridoras del tercer ojo, se ejercitaba el desarrollo del mismo a través de experiencias relacionadas con los efectos de la luz (por ejemplo, la observación prolongada de cristales sumergidos en agua). La malatonina está relacionada con una fase importante de la psiquis de las personas, ya que interviene en el desarrollo de la sexualidad e influye en ciertos estados de armonía y alteración psicológica, concretamente afecta los estados depresivos. El desarrollo del tercer ojo en ocasiones es innato y en otras, se logra a través de entrenamiento y la experimentación psíquica, pero todos los seres humanos, en forma latente o activa, la poseemos por igual.
El tercer ojo es el centro de desarrollo de la sabiduría espiritual, de la expansión de las capacidades paranormales y del conocimiento del futuro a través de vivencias como, por ejemplo, la clarividencia y la precognición.
En muchas ocasiones, una suerte de sabiduría inconsciente nos orienta en nuestros actos y pensamientos, permitiéndonos obrar acertadamente ante las circunstancias que se nos presentan. Esta experiencia casi mágica, que llamamos intuición, es uno de los poderosos campos de acción en los que interviene el tercer ojo.
Si bien no es posible planificar de ante mano el ejercicio de la intuición, si es absolutamente factible abrir los canales de la psiquis conectados al tercer ojo, a fin de que el fluir intuitivo se haga presente con absoluta naturalidad.
La meditación es uno de los caminos que conducen a la sabiduría interior, que abre las vías dormidas de percepción que todos poseemos. Por eso mediante la práctica es posible abrir las compuertas de la potencialidad de tercer ojo, el ojo del alma. Nota de la revista Más Allá (2000).
Fuente: http://quintahumanidad.blogspot.com/
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